Todas las violencias o ¿Qué mujeres hicieron mi ropa?

By Fashion Revolution

3 years ago

Pablo Galaz Esquivel

La violencia hacia las mujeres es la mayor amenaza masiva que existe en la industria de la moda pero que, paradójicamente mantiene vivo un sistema que ve a las trabajadoras y trabajadores como un recurso dispensable, debido a la demanda que la pobreza y la corrupción, hacen que sea infinitamente rotativa. Casi 60 millones de mujeres dependen de estos trabajos -más del 80% del total de trabajadores de la industria-, que se hacen más precarios debido al control que tienen y ejercen las grandes marcas y tiendas para sostener un sistema de subcontratación manteniendo el control de los precios y determinando la forma de cómo se hacen negocios.

Todas las revueltas y alzamientos para defender los derechos de las mujeres en los últimos años, han roto el capullo de la estigmatización sobre que, la violencia hacia las mujeres, es principalmente doméstica. Cada 25 de noviembre esa piel se rasga con más persistencia aún, para sanar, con un grito que demanda respeto, igualdad y seguridad. Las hermanas Mirabal, “las mariposas,” que fueron asesinadas por luchar para alcanzar la democracia y terminar con la dictadura de Trujillo hoy dejan ese legado de lucha que nos recuerda la importancia de hacer la lucha de una mujer, todas las luchas. “No puedes explotar mujeres en un país, para empoderarla en otro” -Hayat Rachi-.

No es sólo es el fast fashion el que precariza las vidas de las mujeres, indirectamente, está amenaza a trabajadoras también de pequeñas fábricas y domiciliarias. No sólo en Asia, Europa del este o África, también en Chile.

Las voces de todas las mujeres y sus demandas por un trabajo digno, libre de violencia.
Las voces de todas las mujeres y sus demandas por un trabajo digno, libre de violencia. Arte: Valentina Valencia. IG valentinavalenciah

“No puedes explotar mujeres en un país, para empoderarla en otro -Hayat Rachi-.”

Todas las violencias.

La violencia psicológica es una de las formas de violencia difíciles de identificar a corto plazo, pero está presente constantemente en las vidas de las trabajadoras. En India y Bangladesh, por ejemplo, adolescentes son enviadas a trabajar para conseguir el dinero o como una forma de trueque, para pagar deudas de la familia o reunir dinero para pagar su dote -Sumangali-. Muchas mujeres son madres o cuidan a sus familias y son forzadas a quedarse horas extra o terminar los pedidos, sin recibir remuneración ni beneficios por ello. Aquellas que intentan agruparse o crean sindicatos, son perseguidas o puestas en listas negras. En Chile, las trabajadoras están migrando al trabajo domiciliario, producto del cierre de los talleres, esto les obliga a no tener ningún control sobre la demanda de trabajo, arriesgándose a perder un acuerdo -no contrato-, si no cumplen a tiempo, no importando las horas que esto les tome. Por otro lado, la mayoría de las veces las responsabilidades domésticas, muchas veces monoparentales, les impide participar o desarrollarse como dirigentes sindicales o a veces son discriminadas por esto entre sus mismos compañeros.

La violencia física, trasciende a las comunes condiciones de trabajo forzado o esclavitud, a veces inadvertida en los “dormitorios” adjuntos a los talleres. Los dueños argumentan que dan techo y comida, pero en realidad, esto es descontado de los ya precarios salarios y utilizado como excusa para que las y los trabajadores estén trabajando más tiempo en los talleres. Las protestas por mejores condiciones son reprimidas por la policía o guardias contratados por la empresa. Las enfermedades laborales son recurrentes, la constante exposición a químicos utilizados en la agricultura y el procesamiento textil, especialmente durante el teñido, a largo plazo puede causar enfermedades de la piel, afecciones respiratorias, alteración de sistema inmune y complicaciones neurológicas. Las fibras diminutas de pelusa y polvo textil, particularmente en el procesamiento del algodón pueden ocasionar enfermedades respiratorias. La persistente exposición a cromo de aquellos que trabajan curtiendo el cuero los expone a enfermedades de procesos prolongados y con una tasa de mortalidad elevada. Los niveles altos de ruido en fábricas que pueden afectar negativamente la audición de los trabajadores. EL desastre de Bangladesh, también nos recuerda que es fundamental contar con seguridad en la infraestructura y condiciones de trabajo.

La violencia sexual basada en estereotipos de género, se hace presente de manera constante en los talleres, sin embargo, a pesar de las denuncias por parte de las mujeres, es muy difícil de probar por la intimidación que reciben las víctimas o los testigos. Esta violencia va desde las insinuaciones (piropos) hasta la violación. En un estudio el 2017 realizado por Care internacional entre un 70% a 80% de trabajadoras, declararon haber recibido algún tipo de acoso. Durante la crisis de confinamiento producto del COVID–19 millones de mujeres quedaron sin trabajo y sus familias también tuvieron que vender sus bienes, para dar sustento, muchas se han visto empujadas a ejercer el trabajo sexual.

La violencia económica quizás es la más visible y más relacionada con la situación sistémica de precariedad que viven las y los trabajadores de la confección, pero particularmente para las mujeres. Son consideradas como un recurso riesgoso, producto de la dependencia de obligaciones relacionadas con la familia, la crianza y los lapsos de ausencia por embarazo. Las mujeres que se embarazan son despedidas. Las mujeres tienen que ceder a recibir un bajo salario -hasta un 60% más bajo que el de los hombres-. Para poder seguir trabajando. Debido a la casi nula protección social y falta de regulación en sus países esto se agrava aún más. En Chile, existe la presión laboral producto de los cierres de las fábricas y talleres que, sin embargo no dejan de producir pues al desvincular a sus trabajadoras las indemnizan con máquinas de coser, para que sigan trabajando, esta vez desde sus casas, pero independientes y sin contrato de acuerdo o seguridad social.

 

Durante la crisis del COVID-19, sólo en Bangladesh más de un millón de trabajadores quedaron desempleados producto del cierre masivo de fábricas y talleres y muchas de ellas tuvieron pérdidas millonarias ya qué, la mayoría cancelaron los pedidos y se negaron a pagar aquellos que ya estaban en curso.

 

Qué puedes hacer tú

Hoy, es más importante que nunca que visibilicemos a las mujeres que hacen nuestra ropa. Para empoderar a las mujeres y alcanzar un cambio sistemático de la industria, los empleadores, las marcas y retail y los gobiernos deben:

-Asegurar salarios dignos.

-Asegurar horas y descansos de trabajo justos.

-Condiciones de salud y seguridad.

-Terminar con el trabajo infantil y sus causas

-Terminar con el trabajo forzado.

-Asegurar la libertad de asociación de trabajadoras y trabajadores

 

Tú puedes demostrar la necesidad de defender los derechos de todas las mujeres contactando a las marcas ¿Quién hizo mi ropa? Qué están haciendo ellos para mejorar las condiciones de las trabajadoras en su cadena de suministro.