La moda NO es un juego de niñes

By Victoria Záccari

5 years ago

Por Victoria Záccari

Desde hace décadas la industria de la moda se ha encargado de desdibujar todos los límites posibles, para conseguir el objetivo de un sector de la humanidad: riqueza ilimitada a cambio del empobrecimiento y la explotación del resto de las personas. No se trata sólo de explotación laboral, sino social, psicológica, económica, de recursos y relaciones. La moda como la conocemos hoy es una bomba de tiempo. Por eso necesitamos modificar esta industria. Para eso, también necesitamos mirar y hacer donde nunca antes hemos intervenido. Hay niñes trabajando, explotades, cosiendo o cosechando, niñes grandes, adulterades, y no es un juego. El trabajo infantil en las ciudades casi no se ve. O mejor dicho, está disfrazado, oculto detrás de pequeñes que piden o venden. El trabajo infantil es una historia que nos cuentan, pero que sucede en otro tiempo y espacio (o eso creemos). Quienes hemos tenido otra suerte y logramos vivir una infancia con todas sus etapas, tenemos la responsabilidad humana de ayudar a ver, a escuchar, a nombrar lo que este sistema no permite que se vea. A veces, aún con menos recursos, se pueden lograr más cosas. No hablo aquí de pobreza o riqueza, sino de individualismo o generosidad.

 

La moda industrial (como la vivimos hoy) es un desperdicio: desde niñes hemos sido influenciades por estereotipos. La industria de la moda toma elementos de la industria del entretenimiento y se encarga de reproducir lo que usamos. Produce tendencias, y estas; necesidades innecesarias. No necesitamos la tendencia, sino usar prendas libremente para crecer en armonía con nuestros cuerpos: sin complejos, sin normas, sin querer parecernos a nadie y especialmente eligiendo con mayor libertad cómo, cuándo y para qué. La moda es un proceso social y expresión individual, y por lo tanto necesitamos poner el foco en ella para mejorar la sociedad y sus vínculos. Una imagen retocada digitalmente. Una niña en el suelo en pose “sexy” rodeada de tonos pastel y globos. Ropa interior para niñas con frases sugestivas. Dicen que la diferencia está en los detalles. Esto es un gran detalle: ¿Cómo visten les niñes? ¿A quién se quieren parecer? ¿Cómo afectan los medios de comunicación? ¿Y en qué se inspiran las marcas cuando diseñan ropa infantil?

 

Según el Reporte del Grupo de Trabajo sobre la Sexualización de las Niñas: Resumen Ejecutivo de APA: desde hace más de 60 años, algunos medios gráficos de moda, novelas y películas infantiles representan a las niñas de forma cada vez más sexualizada (en mayor proporción que a los niños varones). Este informe también manifestó con claridad que la moda, las modelos y en resumen el ideal de belleza presentado en la actualidad, inciden en que el desarrollo femenino durante la infancia y la adolescencia se vea afectado. Además de la creciente tendencia nociva de las niñas a erotizar su manera de vestir, a buscar juegos eróticos, a ver películas y/o dibujos animados en que las mujeres aparecen muy asociadas a contenidos eróticos.

 

Al ver esto constantemente, lo naturalizamos. Naturalizar la imagen sexualizada de niñes, o su vestimenta inspirada en adultes, trae consecuencias cada vez más graves para nuestra sociedad. Tratar a niñes como adultes, ya sea por incentivar su sexualidad temprana o porque trabajan, privándoles de experimentar lo lúdico, lo inocente, sin bombardeos normativos es de por sí violento. Si crecemos en un contexto violento, no podemos esperar otro tipo de vínculos sociales, políticos y económicos. La moda como industria y nosotres como consumidores, somos entre todes responsables de generar una sociedad diferente, con otros códigos. Códigos que no incluyan la invisibilización, aceptación y complicidad constante del trabajo infantil.

 

Por ejemplo, según el reporte de 2018 sobre trabajo infantil y forzoso del Departamento de Trabajo de Estados Unidos, el trabajo infantil y el trabajo forzoso son una realidad mundial, y cada vez están más documentados por investigadores y medios de comunicación, son conocidas por consumidores, y reconocidas por los gobiernos. Los números son contundentes: la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que al menos 152 millones de niños y niñas están en situación de trabajo forzoso en todo el mundo. En el sector textil, hay una gran cantidad de trabajadoras menores. A veces la explotación ocurre a puertas cerradas, pero otras veces se disimula a plena vista: una familia cuyos niños cosechan, por ejemplo, algodón, puede parecer, superficialmente, algo habitual. Sin embargo, en realidad, la familia completa puede estar en esclavitud, “saldando deudas” a un propietario o empleador, siendo incapaz de escapar.

 

A su vez, sabemos qué situaciones vuelven a las personas susceptibles de estos abusos: la pobreza, la falta de información, el aislamiento, la desesperación. Las poblaciones más vulnerables al trabajo infantil provienen de países subdesarrollados y crecen en familias o comunidades empobrecidas, en las zonas rurales y en el sector periférico de la economía, o viven en áreas de conflictos o desastres, que resultan en crisis. Según el informe “Child labour in cotton: a briefing” de ILO, las normas sociales y culturales influyen en el contexto institucional en el que se produce el trabajo infantil, al hacer que el trabajo infantil sea aceptable o inaceptable, al igual que deriva en la falta de conciencia en las comunidades acerca de sus consecuencias negativas. A menudo se espera que los niños sigan los pasos de sus padres y son llamados a “ayudar” a otros miembros de la familia, generalmente a una edad temprana. 

En América Latina la producción de algodón tiene una larga historia y crece en una amplia variedad de ecosistemas y en casi todos los países. Los principales productores de algodón son Brasil, México, Argentina y Colombia. En este caso del cultivo del algodón, las dinámicas socioculturales que entran en juego tienen que ver con la disponibilidad, accesibilidad y asequibilidad de la educación básica, que están estrechamente relacionadas con el trabajo infantil, como ocurre en las comunidades productoras de algodón, muchas de las cuales están situadas en zonas rurales remotas. También es muy importante considerar la migración, la cual en la mayoría de los casos está desregularizada, y las personas migrantes se emplean en los trabajos más precarios, por necesidad. En Argentina, las comunidades boliviana y peruana son las más vulnerables a ser empleadas en la industria textil, por su gran capacidad y efectividad laboral, siendo explotadas y reducidas en posibilidades. Por último, la legislación nula, confusa, inexistente o incumplida vuelve al Estado cómplice de un sistema que día tras día no sólo perjudica la tierra que habitamos, sino también a quienes crecemos en ella.

 

Les niñes no son el futuro. Son el presente y quienes formarán el mundo. Tendrán la capacidad de hacerlo mejor y más sano en tanto les brindemos las herramientas y el contexto necesario para que logren desarrollarse en su máximo de posibilidades. No hay personas ni países ni aspectos más importantes, aunque desde una mirada capitalista e industrializada así sea. Es nuestra decisión seguir consumiendo y produciendo una moda tal como la conocemos o comenzar a generar una industria diferente.


1 Report of the APA Task Force on the Sexualization of Girls: Executive Summary. 2007 American Psychological Association

Child labour in cotton : a briefing / International Labour Office, Fundamental Principles and Rights at Work Branch (FUNDAMENTALS) – Geneva: ILO, 2016.

 

Autora: Victoria Záccari